Perdiste todo. En un abrir y cerrar de ojos ya nada era igual. Buscaste causas, esperaste que llovieran soluciones, pero jamás entendiste la razón. Ahora te consume la soledad, que se siente tan mal, tan vacía, tan fría, tan despectiva e injusta.
Esperaste pero ya empesas a desesperar, no se aguanta el echo de tener que perderlo absolutamente todo en un segundo y sin saber el real porque.
Viste como la distancia se expandió entre sus cuerpos, sentiste esa brisa fría que te aviso de tu soledad, tus ojos ya no distinguieron su figura entre la multitud, su perfume dejo de rondar por tu nariz y a tus oídos no le aturdieron más sus gritos. Así es, se fue. En ese mismo instante que sus cuerpos se despegaban supiste muy bien que nunca jamás volverías a enredarte en sus piernas, que habías perdido tu refugio y que ya nadie olería como el.
Trataste de entender, volviste a esperar y hasta lloraste, pero eso no cambia para nada las cosas. Ya esta.
Ahora el va a rehacer su vida, va a buscar otras piernas con las cuales enredarse, va a transpirar con otra y su espalda tendrá las marcas de otras uñas.
Es doloroso, cruel y hasta insoportable, pero es la verdad. Se fue.
Empezar a aceptar.
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