diciembre 04, 2008

Una nunca puede decidir a quién quiere o a quién no. Sí es posible alejarse de relaciones destructivas o dolorosas, tomar distancia de personas a quien amar implica un daño seguro. Se puede optar por empezar, continuar, mantener o finalizar relaciones que llenan más o menos, que complementan o no, que aportan algo o nada, que duelen o agradan. Pero nunca se puede decidir a quién amar ni si se ama o no. Las complicaciones, el dolor, las dificultades… nunca se buscan, jamás se desean. Se ama o no se ama. Te toca o no. Y si te toca, siempre hay dos opciones: lanzarte a vivirlo o dejarlo pasar en función de tu estado vital, de las circunstancias, de la fortaleza de cada cual, del uso de la razón o de otras variables. Pero el amor aparece siempre sin avisar, sin prever, sin planificar, sin esperar.

Puedo querer olvidarte. Puedo elegir que no quiero escribirte, ni llamarte, ni esperar tu beso de buena mañana al despertar. Puedo optar por querer no buscarte. Puedo evitar verte, mirarte, besarte, aunque sea imposible no desearte… Puedo no agarrar el teléfono y no escucharte ni siquiera llamarte. Puedo inventar mil motivos para no tenerte. Y puedo alegar mil razones ciertas y reales para no encontrarte.Puedo no volver a acariciarte. Pero lo que no puedo evitar es quererte, lo que no puedo decidir es si te amo o no lo hago.

Hay ilusiones que merece la pena vivir como tales aunque luego se impongan las circunstancias, las dificultades y la contundente certeza de la realidad evidente. No quiero vivir con una esperanza que me impida disfrutar de una ilusión, si bien esa ilusión sostiene siempre un frágil puente hacia la esperanza. Voy a exprimir simplemente todo lo que me estás haciendo sentir. Aunque sólo dure hoy, aunque termine mañana, habrá merecido la pena.

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